jueves, 17 de junio de 2010

EL DIABLO

Conocí al diablo anoche, mientras andaba a casa, a través del parque. La noche estaba sin luna, sin luna y sin estrellas, pero yo le pude ver claramente. Estaba sentado en un banco, absorvido en sus propios pensamientos. Notó mi presencia y levantó la cabeza al verme. Es gracioso, no era lo que yo esperaba, me sentí sorprendido, no sentí miedo ni asombro. No vi ante mi, el ser omnipresente, esa monstruosa manifestación de lo que representa la maldad.

Lo que vi, en cambio, fue una triste figura, un pobre viejo roto y penoso. Sus tristes y cansados ojos me miraban y rogaban: "¿por qué?"

¿Por qué el tenía que llevar el peso de la culpabilidad de la humanidad, sobre sus hombros?

El había recibido la vida, de quienes ahora le odiaban, le llamaban su enemigo y le culpaban por todos los males del mundo.

En una ocasión había intentado ayudarmos, traer luz a la oscuridad, pero ahora...Yo no tenía miedo, sentía tristeza por él. El diablo era un chivo expiatorio y la humanidad siempre requiere de alguien así para cubrir sus deficiencias.

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